Osvaldo Loudet, le ha llamado a Gregorio Marañón, “el poeta ignorado”. A este médico, historiador y ensayista español, famoso por sus estudios endocrinológicos, tantos que para algunos es el Padre de la Endocrinología. Fue Profesor de la Cátedra de Endocrinología en la Universidad de Madrid.
Gregorio Marañón, nació en Madrid el 19 de Mayo de 1887 y falleció en la misma ciudad, el 27 de Marzo de 1960. Fue designado Académico de Número en cinco Academias de España, la de la Lengua; de la Historia; de Bellas Artes; Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.
Marañón, pensaba como Musset que los mejores versos ni se dicen, ni se escriben, solo se sienten. En su cigarral de Toledo, más próximo al cielo que a la tierra, se sentía inspirado por el paisaje y los recuerdos, pero callaba convencido de la vanidad de las palabras para traducir los sentimientos.
Fue un Médico y tuvo por la medicina una auténtica vocación. Pero no se conformó solo con ver enfermos, sino que supo indagar en la profundidad del ser humano. Detenerse en las personalidades distintas, en la conducta, en los rasgos predominantes de cada individuo, en la manera de obrar y en la actitud frente a la vida. Fue un verdadero investigador y fue a la par un ensayista, un escritor de gran estilo castizo.
Estuvo en Buenos Aires en Marzo de 1937 y en Octubre de 1939. Pronunció varias conferencias, entre ellas: Sobre la personalidad de Don Juan.
El tema de la vejez fue uno de los que más hondamente preocuparon a Marañón, porque sabía que era una edad inquietante para el género humano. Abordó el tema en varios de sus libros: “Ensayos liberales”; “Raíz y decoro de España”. En el discurso “Comentarios sobre la vejez”, dice: “La vejez, tiene más que un tratamiento, una profilaxis. Es difícil curarse la vejez, pero relativamente fácil llegar a viejo lo más tarde posible, aplicando los principios de la sobriedad corporal”. “La receta estoica es la adaptación: la única que puede aliviar la vejez. Adaptación, que no quiere decir renunciación ni esterilidad. “Dios te ha concedido el honor de la senectud”, dijo Daniel y hay que aspirar a tomarla como tal, como un honor y no como un castigo que se quiere eludir haciendo muecas a la fatalidad”.
La capacidad de trabajo de Gregorio Marañón fue realmente extraordinaria. Autor de 63 libros y más de 1500 trabajos científicos y literarios. Al lado de su bella y galana prosa, dejó más de un soneto, figurando como un astro de luz propia en el firmamento de la poesía. El que presentamos, es una bella prueba de ello:
ARRIBA CORAZÓN
Arriba, corazón, la vida es corta
Y hay que aprender a erguirse ante el destino.
Solo avanzar importa,
Arrojando el dolor por el camino.
Otras horas felices
Matarán a estas horas doloridas.
Las que hoy son heridas,
Se tornarán mañana cicatrices.
Espera siempre, corazón, espera
Que ninguna inquietud es infinita,
Y hay una misteriosa primavera
Donde el dolor humano se marchita.
Con tu espuela de plata
No des paz al corcel de la ilusión:
“Si la pena no muere, se la mata”,
¡Arriba, corazón!
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