domingo, 7 de junio de 2015

DR. ERNESTO ROMAGOSA - BIOGRAFIA


UN CIRUJANO INOLVIDABLE.

Desde el bronce, Ernesto Romagosa,  nos dice que era más bien alto, esbelto, levemente cargado de hombros. De cabellos lacios, echados hacia atrás. La cara de expresión más bien melancólica y una sonrisa de bondad. Y hasta, se adivina su voz agradable, de hablar lento y cadencioso. Vestido con sencillez, de ademán moderado, sereno, equilibrado.
Murió el 26 de Agosto de 1934, con tan solo 55 años de edad. Pocos meses después sus amigos, discípulos y admiradores le encargaron al escultor italiano Nicolás Antonio Russo  de San Luis la estatua de bronce que fue emplazada en el jardín del Hospital Nacional de Clínicas, a corta distancia de la puerta principal.
 La estatua fue descubierta en un acto emotivo donde hicieron uso de la palabra, el Sr. Decano Dr. Ramón Brandán; el Dr. Benjamín Galindez, Director del Hospital; el Dr. Pablo L. Mirizzi, en nombre de los discípulos y el Dr. Ricardo Rodríguez Villegas en representación de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires.
La figura de bronce  expresa con limpio academicismo, los rasgos fisonómicos del personaje y está asentada sobre un modesto pedestal que no tiene más que una inscripción que dice: ROMAGOSA.
Ante él transitan cada día, numerosos profesionales de la salud, pacientes y estudiantes. Lo contemplan y quizás algunos no saben, que fue un gran Maestro de la Cirugía, que por su sabiduría, talento, virtudes y conducta ejemplar, honró a la Universidad y al país.
Ernesto Romagosa nació en Córdoba el 24 de Junio de 1879. Estudió en el histórico Colegio de Monserrat y luego en la Facultad de Ciencias Médicas. En 1903 rindió la Tesis Doctoral titulada: “Omento fijación, Operación de Talma en la cirugía de la ascitis”.
Al iniciar la  carrera profesional, el 8 de Julio de 1903, su hermano Carlos, eminente literato le envió una carta muy bella de la cual extractamos estos párrafos:
 “Habiendo prestado juramento de fidelidad y recibido el diploma universitario, ya estas armado caballero. Te quiero caballero andante o caballero cruzado, porque el caballero condensa sus ideales en una divisa, a la que ajusta su conducta de paladín. Yo desearía que tu divisa fuese: por la Ciencia y por la Humanidad”.
Con este itinerario trazado por su ilustre hermano, se inició en el ejercicio de la profesión y en la docencia universitaria. Habitualmente callado, su rasgo sobresaliente era la extrema parquedad para hablar y es por eso que sus íntimos le llamaban cariñosamente “el mudo”. Sin embargo, en las clases, discursos o conferencias, se abría el torrente de una oratoria que subyugaba al auditorio.  
En 1913 al inaugurarse el Hospital Nacional de Clínicas, Romagosa fue designado Secretario  y Médico Interno, secundando en la labor al Director Prof. Dr. Pedro Vella.
Fue Profesor Suplente de la Cátedra de Anatomía Descriptiva y luego Profesor Titular de la 1° Cátedra de Clínica Quirúrgica. Fue el iniciador en Córdoba de la cirugía de las Vías Biliares y el Maestro de los que fueron después brillantes cirujanos, tales como: Pablo Luis Mirizzi; Humberto Dionisi; Julio Zilvetti Carranza; Román Velasco y Juan Martín Allende.
Ocupó en la Universidad los más altos cargos directivos, desde Consejero; Decano de la FCM y Rector de la Universidad Nacional de Córdoba.
Poseía una notable cultura humanista; lector de las grandes obras clásicas de la literatura universal y en especial de la francesa. Su biblioteca fue heredada por su discípulo el Dr. Juan Martín Allende, quién la custodiaba con orgullo y veneración.  
Al regreso de un viaje por los Estados Unidos, el Prof. Romagosa se detectó un cáncer pulmonar que interesaba el casquete pleural y las primeras costillas. Soportó con estoicismo el cruel dolor que le provocaba  y continuó atendiendo enfermos y  operando hasta los últimos diez días antes de morir. Terminó su vida con  serenidad y equilibrio, producto  del  ideal estético  que había practicado, fundado en  una filosofía de   moral, de altruismo  y  virtud.

Prof. Consulto Dra. Norma Acerbi Cremades

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